martes, 20 de diciembre de 2016

En los sueños se dan respuestas de la vida diaria
(el caso de San José)
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Autor:
Daniel Albarrán

 Titulo original:
(en el caso de San José)
  

Hace un buen tiempo el predicador de turno de los retiros espirituales del clero de la Diócesis de Barcelona, en su segundo día consecutivo, estaba hablando de la obediencia de San José al plan de Dios. Al principio pareció ser que era una estrategia metodológica para encuadrar la atención de los que estábamos esperando los parámetros del guía espiritual de ese año. Pero como insistía en la idea de que San José, el esposo de la Virgen María, había obedecido, casi en parada firme la voluntad de Dios, así quería recalcar; entonces, un grupo de los asistentes reaccionó en contra de la idea que procuraba trasmitir el predicador.
         Entre los alegatos que se esgrimían estaba que, si la vida de San José tenía alguna aplicación a nuestras vidas y en la de cualquier persona, y tenía que tenerla, porque si no carece de sentido las Sagradas Escrituras, entonces, esa presentación era muy espiritualista.
         Al principio fue una intervención tímida y atrevida del que se atrevió a levantar la mano para interrumpir el silencio que debería reinar en la sala de charlas. Además, de ser un atrevimiento desconsiderado el contradecir al predicador, sin contar el de despertar a la mayoría. Doble falta, sin duda. Pero, la fidelidad a la Revelación exigía y permitía semejante insolencia.
         Es decir, si en la Biblia aparece reseñado lo de San José, es porque tiene un valor universal para todo hombre. Y alguna connotación existencial tiene que tener. No está allí por casualidad o por salir del paso. Tampoco, para tomársela a la ligera. Y ya que el predicador se  había metido por esos caminos, había que andarlos no a la deportiva, sino con todo lo que implicara. Aquí estaba la sorpresa. No discuto que, tal vez, ese recurso le habría dado sus beneficios en circunstancias parecidas. Esta vez, era evidente, que comenzaba a complicársele las cosas, para mal rato suyo, y beneficio posterior de los oyentes.
         En el receso no era otro el tema. Se improvisó un pequeño grupo. Unos y otros alegaban con razones en mano. Y hasta se le criticó al interventor el querer siempre llamar la atención y buscar ser el centro de la fiesta. Ese comentario cayó muy mal porque no era para sabotear nada, sino para sanear, más bien, lo que le había motivado a intervenir. Se dividieron las opiniones. Y esto fue lo positivo, porque hubo que ir a la fuente y comprobar que en algo  el supuesto saboteador tenía razón.
         Después,  en la siguiente sesión de la tarde, siguieron  intervenciones espontáneas respecto al tema, apenas comenzada la charla programada. Esto obligaba, como era lógico de la circunstancias, a que el predicador se desviara un poco de lo fijado de antemano en su temario. Hubo que dedicarle más tiempo. Allí estuvo la riqueza y el provecho del retiro.
         El meollo de la cuestión era la duda de San José. El predicador insistía que San José no había dudado. Imposible. Los que le llevaban la contraria, pero no en el plano de agua-fiesta, sino en el de la búsqueda, con texto en mano, por su parte, alegaban que San Mateo decía que sí. De allí el sueño y la crisis de la decisión tomada por San José. Luego, no había sido fácil, y mucho menos, tan fácil, para San José la situación y la circunstancia en la que se hallaba. Datos y referencias y hasta la lectura en público del texto citado. No había otra. El predicador tuvo que cambiar la tónica de los retiros. No por ser más espiritual tenía que ser menos real. Todo lo contrario. A mas real, mas teológico, y, por consiguiente, mas existencial. Las Sagradas Escrituras estaban allí para comprobarlo y comprenderlo así. ¿No es, acaso, la existencia un reafirmar la misma fe y credibilidad en la misma existencia? ¿No es éste el gran aporte del, en un tiempo, tan polémico Teilhard de Chardin, y quienes lo heredan como Kart Rahner y otros que ayudaron a ver la reconciliación de lo creado con el Creador? Son dos realidades que no se niegan ni se oponen.
          Se trataba de puntos de vista diversos. Y de enfoques. Allí estaba, precisamente, el temor o la riqueza del retiro espiritual de ese año. Y, como yo me hallaba en el grupo de los que diferían del predicador, respecto al tema concreto de San José, quedé, realmente interesado y con la inquietud. Por eso quiero dedicarme a este trabajo, a adentrarme, según mis propias posibilidades y limitaciones. Quiero indagar. Quiero escudriñar. Buscar aportes y recogerlos para procesarlos y darlos. Quiero dedicarme, sobre todo al por qué del sueño de José. Y, desde allí, preguntar qué significa realmente la realidad del sueño en el ser humano. Me valdré de la psicología, muy en especial del psicoanálisis. El libro de Sigmund Freud, La Interpretación de los sueños, nos va a servir de referencia inicial. Porque, pondremos como base de partida o palanca de soporte, el hecho de que si aparece en las Sagradas Escrituras, es porque tiene una connotación universal, para todos los hombres y de todos los tiempos. Daremos un salto, tal vez cuantitativo. No me detendré en interpretaciones espiritualistas ni espiritualizadas del sueño de José. Quizás esa manera sirva para “mociones inmediatas” para mover a espiritualizar algunos momentos de la vida. Mi propósito va más allá. Quiere ir al inconsciente y a sus recovecos, y para ello me valdré de los aportes de gente arriesgada e inquieta. ¡Y gracias al cielo, que la hay!
         De manera que el lector que busque en este trabajo un apoyo para una novena o algo parecido puede y debe sentirse decepcionado desde este momento. La motivación va más allá de esa frontera. Su geografía será la mente, el sueño, como realidad onírica, y el inconsciente como un gran instrumento. Porque, es curioso en el caso de San José, se da esa gran realidad humana. Ya veremos. Y me darán la razón.

Me atrevo a pensar que no perdió el tiempo el predicador de los retiros de ese año. Porque este trabajo es fruto de esa inquietud. 
Justificación     

La tarea que me he propuesto no es nada fácil. Sobre todo, para muchos el hecho de combinar la psicología con las cuestiones de fe, es como el agua y el aceite. Esto era lo que acaba de suceder en el retiro espiritual de clero de Barcelona. No era sino una rebeldía de un buen grupo contra una manera cómoda de ver las cosas. En otras palabras, gente inquieta entre inquieto. Es decir, tomarse el tiempo suficiente y constante de leer lo que ya otros han indagado, cuestionado y descubierto, porque, tenemos que tener bien presente la sentencia bíblica de “nada nuevo hay bajo el sol” (Cfr. Eclesiastés). Pero para llegar a esa convicción, no hay otra, que comprobarlo, comprobando. O sea, tomándose su tiempo y tarea.
         Así, que, motivados por esos y otros muchos motivos, como dice la canción, voy a lo que voy. Y para ir bien a donde quiero tengo que justificar mi inquietud. No vaya a ser que sea como otra rebeldía más y no como lo que en verdad es: un intento inquieto de escudriñar y buscar. No para llevar la contraria, sino para que la vida cobre el sentido que tiene que tener y que Dios ya lo impregnó desde el momento de la creación. Sirve de inspiración repetir “que si está en las Sagradas Escrituras, por algo es”. Es decir, algún sentido tiene que tener para el hombre real y concreto de la historia diaria. Si no, ¿entonces, por qué está allí? Y en el caso concreto de San José, ¿es una excepción o una confirmación de la regla? ¿Por qué el sueño? ¿Qué querrá decir el hecho del sueño? No voy a insistir en el contenido específico del sueño, sino en la realidad de soñar, como elemento de la naturaleza del hombre. Ese va a ser el camino y el caminar. No otro.
Es un atrevimiento. No lo discuto. Porque hay que aceptar me dirán. Y es verdad.
         Pero no es que no acepte. Al respecto, no cabe ninguna duda. Jamás ha sido la intención poner en tela de juicio. Todo lo contrario. Es, que, aceptando, parto de allí para preguntar que quiere decirnos ese hecho real. Si esta allí es por algo. No lo olvidemos nunca. Ahora, es que como esta allí, hay buscarle respuesta. Pero, para eso, hay que hacerse preguntas. Si no, ¿qué respuestas vamos a encontrar? Y de acuerdo con las preguntas que se hagan, serán las respuestas.
         Me inspiro, sin duda, en gente que ha tenido la osadía de ser osados. HANS DIETER BASTIAN, en su libro teología de la pregunta, por ejemplo nos da un empujón para que seamos preguntones. A este autor ya lo he citado largamente en mis libros sobre Judas Iscariote para justificar la empresa a la que se iba a dedicar Pedro María Perales, como recurso literario, en defensa de Judas. Ahora, lo tengo que citar, obligatoriamente, para poder fundamentar que no es un pecado preguntar. Ya que al preguntar el hombre se abre caminos. Porque se trata de no conformarse y se trata de un fenómeno natural  propia de los inquietos. El preguntar se activa como búsqueda de la verdad.
         La pregunta es una proposición completa, pero es un juicio incompleto. Porque se supone que hay una formula, como en el caso de San José, al que nos vamos a dedicar. La pregunta sería: ¿qué significa la realidad del sueño en el ser humano, reflejado y manifestado en el sueño de San José? Pero es un juicio incompleto, porque se darían muchas respuestas con la misma pregunta. Porque al preguntar puede estar respondiendo que nada, o casi nada. Y eso seria un juicio incompleto.
         La pregunta es la palanca de origen. Está en el comienzo del conocimiento. El efecto propio de su actividad es el asombro. Es la piedra angulas de la fundamentación. Significa movimiento. Una pregunta: y mas preguntas. El reposo no-comprensión. Y esa misma pregunta que hemos formulado habría que desgranarla en preguntas y mas preguntas, o porque ¿Por qué nada, casi nada, o mucho? Al igual a la respuesta. Precisamente, porque la pregunta es una investigación al ser mismo y a la pregunta y a la respuesta, ya que quien pregunta no es mas que el hombre, porque busca el fundamento de las cosas, nuevas y viejas al mismo tiempo. Y con ello, preguntando, llega a descubrir al ser. Es decir, al hombre mismo. Y al encontrar respuestas encuentra el misterio de la “iluminación”, precisamente, porque aparece y se encubre en lo oscuro del misterio, y en ello la pregunta se convierte en una realidad existencial. Golpea el agujero de la nada y se convierte, igualmente, en una obstinación problemática, haciendo que el hombre viva su esencia de búsqueda constante. Y esta realidad, no es otra cosa, que apertura desde la  existencia a la existencia misma. Eso es espiritualidad pura y simplemente. Es decir, dejar de ser ingenuo y arriesgarse al descubrimiento de lo nuevo, aún desde lo mismo viejo, aparentemente. Aquí, podríamos colocar al mismo San Agustín como soporte para fundamentar esta inquietud y necesidad de la pregunta, al decir que la búsqueda, relacionada aquí como sinónimo de pregunta y cuestionamiento, es existencial y antropológica. Es decir, se encuentra en el hombre mismo y constituye su esencia.
         Es importante, sin embargo, precisar que el hecho de dedicarme al primer sueño de José, no significa que quiero meterme en los limites de psicoanálisis y religión, y mucho menos entre psicoanálisis y fe. No es mi tarea. No voy a buscar los antagonismos entre estas dos realidades y dos campos. Tampoco voy a buscar una identificación de las dos. No es mi propósito.  Sabemos, de ante mano, los recelos que se tiene, a pesar de que han existido autores que se han propuesto reconocer el aporte del psicoanálisis para lograr un  mayor equilibrio personal en la religión (Cf. Domínguez Morano, Carlos, el psicoanálisis freudiano de la religión, análisis textual y comentario crítico, Ediciones Paulinas, Madrid, 1990.). Esta tarea es realmente muy delicada. Y escapa a mi capacidad. Quiero precisar que me dedicaré es al hecho del sueño. No tanto al contenido, que de hecho, tiene una caga religiosa, en el caso de San José.
         Es al hecho del sueño y su importancia para la persona humana. Es, mas bien, un intento de reconciliación del ser humano con todo nuestro ser. Muchos autores lo han hecho ya. Simplemente me hago eco. Por eso me adentraré con los que lo han hecho al dedicarse al inconsciente. Pero, no tanto, para crear divisiones entre la ciencia y al fe, o lo que es mas entre ciencia y religión. Porque, soy uno de los que jamás se distancian la fe y la ciencia, ni de los que defienden a ultranza la religión y la quieren mantener sin mancha por el contacto de las demostraciones y descubrimientos de los que tienen la noble tarea de conocer más y más  a la persona humana y se ampara en que la fe y ciencia son incompatibles. No lo creo. A más fe, más realistas. Me encanta el aporte de Chardin, al respecto. Además, tampoco se trata de hacer “el psicoanálisis de la religión” ni la “teología del psicoanálisis”,  sino de buscar como la fe cristiana puede expresarse a través del fuego de la experiencia analítica, en donde Dios no es el inconsciente ni el inconsciente es Dios, como señala un estudioso del tema. Pero se desarrollan en el mismo sujeto como dos aproximaciones a lo imprevisto, a lo incompresible.

         Tampoco es mi tarea una defensa y una condena de uno y de otro. Es reconocer que el sueño tiene una función y una importancia para nuestras vidas. Ya lo dice, Sigmund Freud, “que no es lícito afirmar de un modo general que el sueño es un fenómeno sin importancia”. “cuéntese también que varios personajes históricos hallaron en sus sueños estímulos para llevar a cabo determinados actos de gran trascendencia. Resulta, pues, un tanto extraño este desprecio que en los círculos científicos se profesa con respecto al sueño” (Cf. Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis: los sueños, en obras completas, p.97). Tampoco voy a meterme con el ocultismo y métodos semejantes con los que se relaciona comúnmente los sueños (Cf. Boaventura Kloppenburg, las fuerzas ocultas).
                                                               (Mateo:18-24)



La generación de Jesucristo fue de esta manera: su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar  a estar juntos ellos, se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenia planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‹‹José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvara a su pueblo de sus pecados.›› Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido Significa: ‹‹Dios con nosotros.›› Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Esa es la referencia y el punto de partida desde donde iremos a hacer todas las preguntas. Las preguntas girarán sobre todo en el hecho del sueño como manifestación concreta de una situación. Van juntas esas dos realidades.
Posibles preguntas para posibles respuestas.
¿Cuál es la situación de José? El texto lo dice: la novia, “María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró en cinta…. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia resolvió repudiarla en secreto”.
Es de imaginarse a José el mundo de cosas que estaría pensando al notar que su prometida estaba más gorda  de lo normal. Él sabía que las cosas estaban mal. ¡Y miren que mal! Porque la novia había estado ausente tres meses. El evangelista Lucas lo dice: “en aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá,” a casa de su prima Isabel, y, “María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a casa” (Cf. Lucas, 1,39-56)
Preguntas a la situación de José: ¿Por qué María, su novia, se había ido de repente? El evangelista dice que “con prontitud”.  Como queriendo decir, de repente, o de prisa, o a la ligera. ¿Qué estaría ocultando la novia? Eso en caso de que estuviese ocultando algo. Y en ese supuesto afirmado, ¿donde estaría la pareja perfecta, que entre otras cosas, se cuentan todo y de todo? ¿Dónde la confianza? lo de “Prontitud”deja pensar muchas cosas.
Tres meses es mucho. En ese tiempo pueden suceder muchas cosas. ¿Qué tenía que hacer María en casa de Isabel? ¿Iba a ver a Isabel o era un pretexto? ahora, regresa y José se da cuenta de lo que se da cuenta. Tremenda confusión. No había otra que pensar. María no le había andado con la verdad. Así de sencillo. ¿Qué hacer?
 ¿Que haría cualquiera en situación semejante? por medida pequeña agrediría a la novia. Otra, le exigiría explicaciones. Otra, enfrentaría  a toda la familia y haría un escándalo de los buenos para salvar responsabilidades. O, retirarse con la cabeza agachada, humillado, consternado y burlado. Pero,  era dar qué pensar a la familia de la novia y dar motivo para que lo persiguieran y pagara los daños, el honor y la confianza. O denunciarla públicamente y así quedaría todo saldado: el honor, la reputaron y el orgullo. Además era cuestión de justicia. Esto era lo más sano.
Situación nada fácil. A veces pensaría una cosa, y otras, la contraria. Unas, estaría decidido a una cosa, y otra, a otra decisión, y muchas sin saber, por fin, que hacer ¿no nos sucede, también, a nosotros cuando nos hallamos en situaciones realmente difíciles? ¿José es la excepción o la confirmación de la regla de la historia  y de las existencias human? Aplicaremos, la sentencia que es nuestro norte: “si esta en las Sagradas Escrituras, es por algo”. Ahora, es ¿Por qué está y para qué? Pero, no olvidemos que nuestro centro es el sueño de José. ¿Por qué el sueño de José? ¿Qué elementos comunes con todo el género humano existen en el hecho y la realidad del sueño de José? ¿Por qué un sueño? ¿Que nos esconde la naturaleza psicológica en la realidad del sueño? ¿Soñar es bueno? ¿Y en el sueño habrá una respuesta concreta para una situación concreta, independientemente de José?
Desde nuestra experiencia humana de momentos difíciles de la vida suponemos que la circunstancia de José no tenia nada de envidiable. Si hablaba con la novia, cabía la posibilidad de enterarse de cosas desagradables, como que no lo amaba y que lo traicionó. Si esperaba que la novia hablara por su propia iniciativa, seria mejor. Pero  por lo visto, la novia no  había abordado el tema. Porque de haberlo hecho hubiera dado todas las explicaciones que tenia. Otra cosa, era que fuesen creíbles y convincentes las  razones. ¿Y los tres meses fuera del pueblo y de la familia, qué? Otra, seria irse a la casa de Isabel y  preguntar qué, cuándo, quién por qué. Era aumentar más el sufrimiento.
¿Qué hacer? Lo mas lógico es como ni siquiera hablaba ni da explicaciones había que denunciarla. Pero, había otro problema, y más serio, todavía. Si se denuncia, la medida es que la van a apedrear. Esa era la costumbre y la ley. Allí es donde aumenta la duda del pobre José. El evangelista insiste en que José era justo. Pero justo, según los análisis del entorno del pueblo de Israel consistían en que tenía que ceñirse a la ley. Y la ley era que tenía que denunciarla. Eso era ser justo. Entonces ¿denunciarla o no denunciarla? ¿Justicia o no justicia? ¡Qué gran dilema!
La ley era clara, según el Levítico 20:10. Decía “si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, será muerto tanto el adultero como la adultera”.y en Deuteronomio 22, 23-29:

Si una joven virgen está prometida a un hombre y  otro hombre la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella, los sacaréis a los dos  a la puerta de esa ciudad y los apedrearéis hasta que mueran: a la joven por no haber pedido socorro en la ciudad, y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo. Así harás desaparecer el mal en medio de ti. Pero si es en el campo donde el hombre encuentra a la joven prometida, la fuerza y se acuesta con ella, sólo morirá el hombre que se acostó con ella; no harás nada a la joven: no hay en ella pecado que merezca la muerte. El caso es semejante al de un hombre que se lanza sobre su prójimo y le mata: porque fue en el campo donde la encontró, y la joven prometida acaso gritó sin  que hubiera nadie que la socorriera. si un hombre encuentra a una joven virgen no prometida, la agarra y se acuesta con ella, y son sorprendidos, el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta monedas de plata; ella será su mujer, porque la ha violado, y no podrá repudiarla en toda su vida.

         José, sin duda, que sabía la suerte que le esperaría a su novia, si procedía a la denuncia.
         Las ideas estarían revoloteando en la cabeza de José. ¿Y si ella fue forzada? No se sabe. Entonces, se podría aplicar la parte favorable de la ley: “pero si es en el campo donde el hombre encuentra a la joven prometida, la fuerza y se acuesta con ella, sólo morirá el hombre que se acostó  con ella; no harás nada a la  joven: no hay en ella pecado que merezca la muerte”. Con ello, quedaría en parte la cuestión y duda un poco mitigadas. Pero, hay un verdadero problema, y es que la novia no cuenta nada. Por lo visto no refiere absolutamente nada. La prima Isabel sabe algo porque hasta la felicito. ¿Qué se traerán estas primas? Lo peor es que la otra prima, ni siquiera es una muchacha, sino una vieja, porque según el evangelista Lucas era “avanzada en edad” (LC.1, 18), y para colmo estaba embarazada también. Tenia seis meses (Cf. LC.1, 26). Claro, se tapan entre ellas. No, pues, a dónde más y a quién más acertado podía acudir. Claro, la familia se cubre las espaldas. Pero, ¿por qué, la novia no habla? Hable, por favor. Es su silencio el que más atormenta. Además, “el que calla otorga”. Entonces, es cuando provocaría denunciarla. ¿Y se espera un poco más para ver en que para todo? Pero, ¿Cómo, si la novia  no dice nada? ¡Que situación!
         Esperar, podría ser. Pero, ¿el orgullo y el honor burlado? Eso seria fácil porque se mudarían del pueblo. ¡Total! eso en caso de hacer como si nada. Pero, ¿y la desconfianza que ya esta haciendo su trabajo? ¿Y cuando ella salga de casa por cualquier motivo, será que ira a donde dice que va a ir? ¿Y cuando se quede sola en la casa, quien vendrá, por qué y para qué?
         Verdaderamente la situación no es nada bonita. Ni poquito. ¿Qué hacer? El evangelista dice que José era justo. Y lo justo es lo justo. Ni más, ni menos.
         Ahora bien, la novia tenia que inspirarle verdadera ternura y amor a José, porque sino ya hubiese hecho lo que tenia que hacer. Mucho tenía que conocer José a María para no irse de las primeras. Aquí es donde esta la duda de José. Por un lado, toda la costumbre y la sociedad. Por otro, todo lo que podría sentir por ella. Alguna confianza tenia que inspirarle ella. Pero, la evidencia era la evidencia. Podríamos decir en las palabras de San Juan de La Cruz, que, San José estaba en una verdadera “noche oscura”, o lo que es lo mismo, pero en palabras mas sencillas, de que a San José “le habían movido su queso”, para utilizar la más maravillosa lección de cuento de Spencer Johson.
¿Qué hacer? ya estaba tomada la decisión. Abandonarla. Eso significaría irse a buscar otros rumbos a otros pueblos. Nueva residencia. Nuevo trabajo. Nuevo todo. No hay otra salida. Al menos, es lo que nos cuenta el evangelista, al decirnos que “José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto”. Ya en este punto se nos presenta otro problema, y es que ¿en que consistiría “repudiarla en secreto”? porque según Deuteronomio (22,13-21) y era la Ley, ya la difamación se pagaba con cien monedas de plata y con la obligación de llevarse a la difamada; o, en caso de ser vedad, la afectada seria apedreada hasta morir. El repudio según ese apartado de la ley era que el hombre podría tomarle aversión a su mujer, después de allegarse a ella, como dice textualmente, y podría atribuirle  acciones torpes y alegar que no había sido virgen, como excusa, cuando se desposó con ella. Pero, no dice nada sobre un “repudio en secreto”. Esto parece una novedad. ¿Cómo iría a ser ese repudio en secreto, del que nos refiere el evangelista? Nos encontramos con una limitación porque en la misma Biblia  no hay paralelos que pudiesen ayudarnos a comprender y explicar esa posibilidad que tenia pensada San José. Y esto le complica mas las cosas al pobre José. Porque de existir esa tangente en la Ley, la favorecería. Pero, por lo visto, se le vendría el mundo encima con lo que iba a hacer.
Los colombianos utilizan una expresión muy propia de sus culturas que indican que las cosas están color de hormigas. Quisiera utilizarla en este justo momento, pero podría herir muchos oídos. Y no quiero ser causante de más escándalos. Pero, no era otra la situación de José. Muy delicada y complicada. ¿Qué, sí, qué?

Es cuando José sueña. ¡No iba a soñar!
                               Resultado de una situación

Desde que me entró el gusanito de la curiosidad inquieta, y creo que sana, de dedicarme a este trabajo, vengo pensando que ante una situación concreta, existe un sueño concreto. Es decir, en la que muchos caminos se nos presentan, o incluso, ninguno, entonces, es cuando se nos da en nuestra mente una respuesta concreta, a través del sueño. Porque existe una situación concreta, existe un sueño concreto. En otras palabras, a un problema existencial histórico-personal, una solución existencial histórica-personal. ¿Qué elementos tengo para decir lo que estoy diciendo? Los iré desgranando y presentando.
         Si no hay situación existencial en crisis, no habrá sueño, y por consiguiente, respuestas en esa direccion. Pero la situación tiene que tener una connotacion afectiva en nuestra persona. Nos tiene que afectar, indistintamente del grado de la afectación. Mucha, poca o más o menos. Nos toca en algo y nos determina, al punto de ser una situación personal y existencial. Muy propia individual. Y muy de sentido o de no para la vida. De allí, que sea personal y, al mismo tiempo, existencial.
         ¿Esa manifestación se da en casos excepcionales o a diario? ¿Es común o existen personas privilegiadas que tienen ese don? ¿Es un don o una facultad de la naturaleza? Si es don, entonces, sólo algunos lo tienen. Y si es una facultad de la naturaleza, entonces, todos los seres humanos la poseen. En ese sentido, ¿José es la excepción o la confirmación de la regla? ¿Era el joven un privilegiado porque le sucedió, o no tiene nada de nuevo que le haya sucedido?
         Vamos a suponer que José es una excepción. Si suponemos eso y esa va a ser la conclusión, paremos aquí este trabajo. Porque no tiene sentido que continuemos. Ya que esa seria la tendencia de la parapsicología, que buscaría comprender las sensaciones extracensoriales y otras muchas manifestaciones como la clarividencia, la premonicion y otras experiencias, tal vez esotéricas. Pero no seria el campo de nuestro propósito.
         Supongamos, más bien, que se trata de una manifestación natural. Entonces, si podemos continuar. Y ahora, me vuelve el mal al cuerpo, porque es a lo que quiero dedicarme. Buscar ¿por qué el hecho del sueño en nuestra realidad humana? Y ¿qué valor e importancia tiene esa realidad en nuestras vidas? ¿Tiene importancia, por qué, dónde, cuándo, cómo, en qué, para quién? Y de esto se va a valer la psicología, muy en especial el psicoanálisis, del que nos valdremos, también nosotros. Entonces, San José no es la excepción, sino la confirmación de la regla de la naturaleza. Y  con esto comienza a ponérsenos fascinante el intento.
Volvamos a la situación de José, que ya teníamos más que precisada. Nos cuenta el autor bíblico que “. Así lo tenia planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‹‹José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvara a su pueblo de sus pecados.››  La situación es que tiene es que tiene que tomar una decisión. No hay marcha atrás. Los datos son evidentes. Y sobre esa situación sucede el sueño.
         Ahora, entonces, tenemos que hacer preguntas sobre el sueño. Ya no sobre la situación, porque ya la sabemos. Pobre, el pobre José.
         La situación es muy tensa, la mente de José estaría como una maquina de vapor, a todo dar, hasta con el silbido típico. No es de dejar de imaginar que a punto de una embolia o algo parecido. Enflaquecido y hasta despistado y rabioso. ¿No lo estaría cualquier otra persona en situación semejante? ¿O José es la excepción? Si lo es, entonces, ¿por qué tenia la duda y lucha en la decisión? De allí, que no es justo que presentemos a San José, aceptando como en parada militar la voluntad de Dios, como no los decía el predicador. Muy simplista para ser verdad. Y muy fuerte la verdad de José para ser simplista. Ni uno, ni lo otro. Sino las dos cosas, al mismo tiempo. Porque la vida no es blanco o negro, sino tonalidades de grises; y no otra cosa, que combinaciones distintas y diversas de negro con blanco, en mayor o menor degradación. Por eso, se trataba de una realidad envolvente, existencialmente, con toda su trabazón y engranaje. En donde no había espacio para otro pensamiento que la preocupación de lo que estaba viviendo. ¿No nos sucede a nosotros exactamente lo mismo en situaciones concretas de crisis personales? ¿No se desvela uno, pierde el apetito y otras muchas cosas más? ¿Lo abandona a uno en situación preocupante, aún a la hora de irse a dormir? Hasta el caminar lo delata a uno cuando se está en situación de conflicto interior. ¿No era para estarlo, en el caso de San José?
         Muchos autores se han dedicado a darle importancia al hecho del sueño. Sólo para citar algunos, tenemos a Tony de Mello y sus discípulos como Carlos Vallés y muchos otros. “los sueños hablan”, dice Vallés en uno de sus libros. Si yo hubiese descubierto, antes, la importancia que tiene el sueño en la vida y hubiera aprendido a interpretarlos fuese mejor persona, dice Vallés en su libro Vivir con alas. “se que al perder la dimensión nocturna de mi vida, he perdido algo de importante de la totalidad de mi ser”, dice Vallés (Vallés, Calos, G.,S.J., vivir con alas, Ángeles en la Biblia y en la vida, p.22). Esta inquietud por la realidad de soñar en la persona humana se ha despertado con mucho afán. Hay, realmente, mucho interés en escudriñar este fenómeno natural.
         ¿Por qué se sueña? Y si se sueña, por algo es. No puede ser una anomalía. No olvidemos la sentencia existente del libro del Génesis de que “vio Dios que todo estaba bien” y cuando crea al hombre, dice, que “vio Dios que todo estaba muy bien” (Cf. Gn..1, 1-31). Luego, el sueño es también parte de lo que Dios vio que estaba bien.

         El sueño es una realidad en el hombre. No lo podemos negar.
                         Gran Instrumento de la Naturaleza       


Si yo hubiese adquirido la costumbre de recordar mis sueños y anotar mis fantasías nocturnas, si yo hubiese estudiado la ciencia de traducir  a lenguaje hablado las imágenes difusas, si yo me  hubiese familiarizado  con mis sueños como lo estoy con mis actos, mis gustos, mis instintos y mis reacciones, me conocería yo hoy mucho mejor, me entendería mejor a mi mismo, a mis motivaciones secretas y mis deseos irracionales, a mis entusiasmos y a mis depresiones, a mis complejos y a mis miedos. Si yo me conociera noche a noche como me conozco día a día, sería mejor persona y tendría mejor carácter, podría prevenir mejor mis prontos y suavizar mis asperezas, reaccionaria mejor ante la vida y entendería mejor en la practica el enigma de la existencia. Sé que al perder la dimensión nocturna de mi vida,  he perdido algo importante de la totalidad de mi ser. Me he racionalizado demasiado, y me he privado de la guía, el animo, el secreto y el encanto de las voces que me hablan en la noche cuando mi razón esta callada y mi amado subconsciente despliega sus antenas para captar los mensajes secretos y vitales que yo no le dejo percibir de día. El sueño me ha servido de descanso, pero no de aprendizaje. Noches a medias (Vallés, Calos, G., S.J., Vivir con alas, Ángeles en la Biblia y en la vida, p.22).  

Con esta cita larga de Vallés quiero comenzar esta parte del trabajo para meternos de lleno al hecho del soñar. Ya lo apunta el autor citado en la cita que tenemos cuando dice  que “me he racionalizado demasiado, y me he privado de la guía, el animo, el secreto y el encanto de las voces que me hablan en la noche cuando mi razón esta callada y mi amado subconsciente despliega sus antenas para captar los mensajes secretos y vitales que yo no le dejo percibir de día”. O como señala otro autor, de que se pueden utilizar los sueños, al tener mayor conciencia de ellos, para adquirir un conocimiento más directo de la verdadera naturaleza personal y se puede progresar al tomar opciones con conciencia (Cf.  Puche, José Daniel, Despierte su conciencia, p.360.).
Decía que ante una situación concreta, un sueño concreto. Los estudiosos lo dicen con sus terminologías científicas al decir que los sueños son formaciones psíquicas complejas en cuya producción intervienen diversas funciones psíquicas. En donde los impulsos intervienen activamente en la causa del sueño siempre impulsados por evocaciones asociativas. Es decir, impresiones sensoriales, asociaciones de recuerdos y representaciones mentales, hechos con carga afectiva ocurridos durante el día y la temática existencial básica del sujeto en un momento determinado. No sucede el sueño aisladamente, independientemente de la realidad concreta del individuo. De allí que tenga el sueño una función indicativa y una función prospectiva (Cf. Poll, Wilhelm, Psicología de la religión, pp.288-289). En palabras de Freud, todos los pueblos antiguos han atribuido a los sueños un importante valor, y los han considerado como prácticamente utilizables, hallando en ellos indicaciones relativas al futuro y dándoles el significado de presagios (Cf. Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis: los sueños, en Obras Completas, p.97.). Está indicando una situación concreta y en cierta manera está dando una solución, también concreta, a la persona. Pero siempre individualmente. Porque cada situación es individual histórica. Es, entonces, cuando al sueño lo podemos ver e interpretar como una revelación. Pero, para evitarnos serios problemas, no se puede identificar el inconsciente con Dios ni Dios con el inconsciente, como ya habíamos apuntado anteriormente, cuando hacíamos las aclaratorias del peligro de identificar o diferenciar psicoanálisis y religión. Sin embargo, si se trata de una revelación.
Ahora bien, ¿qué se entiende, en este caso, el sueño como revelación? ¿Será una revelación directa de Dios, y, por consiguiente, un milagro? ¿Será algo verdaderamente extraordinario y fuera de todo dominio natural humano? ¿O no será que ya Dios lo ha determinado así desde el mismo momento de la creación, y entonces, ya es un fenómeno realmente natural, implícito en la creación misma? Según mi manera de ver, pienso que es algo totalmente natural.
Esto nos lleva a plantearnos muchas otras inquietudes: ¿qué diseña el sueño: la circunstancia concreta individual o es una invención sin encadenación con la realidad? ¿Somos nuestros propios arquitectos de nuestros sueños? ¿Dónde se construye el sueño? ¿Por qué se construye? ¿El sueño es una evasión, una sublimación, una proyección o un deseo frustrado que se materializa en imágenes en nuestra mente? Si es así, ¿no será, entonces, el sueño una liberación de nuestras frustraciones? De ser así, tiene que ser bueno porque habría que ver el sueño como un canal de alivio de la naturaleza, aun cuando nos cree más frustraciones. Si es proyección, significaría que no es más que un aumento de irrealidades y de fantasía, porque estaríamos proyectando y realizando lo que no nos es posible en la vida diaria y real. Entonces, en el caso de San José, no era más que un autoengaño. ¿Será así? ¿Es así? Seria mejor, pues, no soñar.
Si nosotros mismos somos los constructores de nuestros propios sueños, significa que soñamos y programamos lo que queremos soñar. ¿Es así, realmente? No, por lo menos, a plenitud de la conciencia. Y es aquí donde esta la clave del sueño. Que, en parte, depende de nosotros y en parte, no. La parte que depende de nosotros es la de la realidad: lo que nos afecta diariamente en nuestra vida común, y que se asocian para despertar, la otra parte, que ya no depende de nosotros, directamente. Es este el laboratorio de los sueños, en  relación estrecha a una realidad  concreta, por supuesto. Porque, como tenemos dicho ya no existe un sueño sin una situación concreta de nuestra vida, sobre todo, envolvente en su plenitud, total y existencial.
¿Hay que hacerle caso a los sueños, si o no? O, ¿tenemos que aplicar la sentencia de que “los sueños, sueños son”? o, ¿precisamente, porque son sueños hay que darles importancia? ¿O es, como indica un autor, un “proceso natural, inútil siempre, patológico siempre”? ¿Es normal soñar, o no? ¿O es propio de personas no normales, o inclusive, de situaciones atípicas de la vida de vigilia, es decir, de la vida diurna atenta? Más, aun, ¿Qué es un sueño?
  Freud admite que es difícil definirlo, pero que todos sabemos qué es. Lo que significa que todos hemos soñado, y, por consiguiente, sabemos lo que es un sueño, aun cuando no sepamos definirlo. Tenemos experiencia de lo que es un sueño. Sin embargo, señala, que sí se pueden resaltar los caracteres de este fenómeno. Y el primero, es cuando soñamos, nos hallamos dormidos. Así, se evidencia que los sueños son una manifestación de la vida psíquica durante el reposo. Pareciera que existiera una relación muy estrecha entre el reposo y el sueño. Eso hace que se vea el reposo desde el punto de vista psicológico, en donde el durmiente no quiere saber nada del mundo exterior, desligándose de él. Nos alejamos del mundo exterior. Al encontrarnos fatigados queremos descansar. Entonces, el reposo tiene dos connotaciones, una biológica y otra psicológica. Biológica, porque nos hallamos cansados y fatigados físicamente. Y psicológica, porque supone un querer desligarse  del interés del mundo exterior. Muy en el fondo, se trata de repetir la misma experiencia de nuestra existencia intrauterina. Por lo menos, nos creamos condiciones parecidas a las de esa existencia, como las de calor, oscuridad y ausencia de excitaciones, hasta posiciones fetales como en el seno materno, en algunos casos. Pero, no significa que exista un cesar de nuestra actividad psíquica. Al contrario. Algo se opone al reposo de la actividad psíquica. Sobre esa actividad actúan estímulos a los que tiene que reaccionar. Eso hace, entonces, que tenga sentido el tratar de comprender el fenómeno onírico (o de los sueños).
El segundo elemento o carácter del sueño son las imagenes visuales. Siempre se sueña con imágenes y a la hora de describirlas es difícil hacerlo. Esos son los dos elementos comunes de los sueños. Lo demás son diferencias, como la duración, la precisión, las emociones, la persistencia, entre otras.
Existe una relación entre el estado de reposo y los sueños. El sueño es una reacción a un estimulo perturbador del reposo. Es decir, se reacciona ante un estimulo externo inmediato y se sucede una experiencia onírica. Por ejemplo, suena el reloj. Es el estimulo externo inmediato. Y se sueña con toques de campanas o que alguien está llamando. Se da, pues, un estímulo y una perturbación del reposo. Y se da el sueño. En el caso de ser una perturbación exterior. Porque también depende de una excitación de los órganos internos (excitación cenestésica),  o lo que es lo mismo a decir, que los sueños dependen del estomago, para indicar con ello que, en parte, depende de los órganos internos. Por supuesto, que no significa que el sueño reproduce fiel mente el estímulo, sino que lo elabora. Lo trabaja.
Lo más importante de todo lo dicho es que el propio sujeto, como nos lo hace ver Freud, sabe lo que quiere decir el sueño para el propio durmiente. ¿Por qué no preguntarle al propio durmiente lo que significa su sueño? Es posible y hasta muy probable, dice, que el durmiente sepa, a pesar de todo, lo que significa su sueño, pero no sabiendo que lo sabe, cree ignorarlo. Ya lo había aducido con mis propias palabras, al decir, que ante una circunstancia concreta histórica, un sueño concreto. Lo que quiere decir, que todos, muy en el fondo podemos interpretar nuestro propios sueños, pues conocemos nuestras propias y reales circunstancias históricas. Y que no es otra cosa, que lo que dice Freud, de que se trata de un fenómeno psíquico, y no tanto un fenómeno somático. Hecho que no podemos ocultar. Lo que sucede es que nos son inaccesibles. Eso hace, ciertamente, que el fenómeno de los sueños resulte un tema de mucho interés, como de hecho, estoy demostrando con este trabajo, por de mas útil y justificado para mi. Porque no hay sueño sin conexión con la realidad del que sueña o del durmiente, para utilizar la expresión Freudiana. En otras palabras, un sueño y una circunstancia. Una circunstancia y un sueño. Estrechamente ligados y trabajados. Pero conexión que permanece ignorada, o sea, inconsciente, por el momento, como dice Freud. Inaccesible a la conciencia del durmiente, o inconsciente. Y, en cierta manera, no es otra cosa que una manifestación de complejos. De allí, la importancia que tiene interpretar nuestros propios sueños porque nos están revelando lo que nos es inaccesible concientemente. Porque se trata de traer al consiente lo que por asociación se ha despertado y activado en nuestro inconsciente y que no se  nos manifiesta claramente. Es decir, que se nos muestra en representaciones sustitutivas deformadas, y que no son otra cosa que la misma manifestación inconsciente que necesitan  ser convertidas  al conciente. De hecho, el mejor intérprete de su propio sueño no es otro que el que lo soñó, porque se conoce y conoce su circunstancia, ya que en los sueños existen las ideas latentes y las ideas manifiestas, con su riquísimo  simbolismo. Es decir, no se trata de otra cosa que de su propia revelación. Se trata de una estrecha comunicación de inconsciente y consciente, para nuestro propio crecimiento. ¿No es maravillosa la naturaleza? ¿No nos ha dado ya nuestros propios pergaminos de superación que hasta busca liberar y manifestarnos dónde y en qué no andan las cosas como deberían andar? tiene mucha razón de ser, entonces, la afirmación de Vallés, con la que comenzamos este apartado: “. Si yo me conociera noche a noche como me conozco día a día, sería mejor persona y tendría mejor carácter, podría prevenir mejor mis prontos y suavizar mis asperezas, reaccionaria mejor ante la vida y entendería mejor en la práctica el enigma de la existencia. Sé que al perder la dimensión nocturna de mi vida,  he perdido algo importante de la totalidad de mi ser.” Refiriéndose, como es lógico, a los sueños como realidad humana.
Es muy extenso el tema, sin duda. Pero como no quiero más de lo que necesito para mi búsqueda, dejo a un lado, lo de los estímulos inmediatos sensoriales externos durante el reposo que provocan los sueños, y que se pueden considerar como una de las fuentes inmediatas de los mismos. Como también del por qué no recordamos y hasta olvidamos lo que hemos soñado. Lo que los expertos llaman auxilio mnémico. Pero no nos vamos a meter a complicarnos la vida con terminologías por demás muy superiores a nuestras limitaciones e intereses. Dejemos esta tarea a los expertos y especialistas en la materia. Quedémonos, por ahora, con lo que venimos sosteniendo y es que los sueños están relacionados con nuestra realidad cotidiana. A una realidad y circunstancia, un sueño. Se trata de una actividad psíquica. Lo que quiere decir que nuestra mente sigue trabajando, pero con representaciones distintas. En la vida diurna, es decir, del día, consciente, trabajamos con representaciones verbales y de lenguaje, de las ideas; mientras que en los sueños, se trata de un trabajo de representación en las imágenes sensoriales. Por eso los sueños son una actividad psíquica. Por consiguiente, una respuesta continúa a la vida misma de todos los días, ya que el alma se halla en el sueño en idéntica situación  que durante la vida despierta, como señala Freud la referirse al estudio que representa Struempell. Simplemente se trata de dos conexiones. La vida de todos los días, supone y exige la percepción total del mundo exterior objetivo. Y en el reposo, del mundo interior, subjetivo. Pero en el mismo sujeto, tanto que vive como duerme. Porque se trata de una actividad psíquica continuada, pero con la característica del reposo. Por consiguiente, no se trata de un desligarse de su propia realidad. Todo lo contrario.
Esta manera de ver los sueños, nos lleva a preguntar seriamente, si los sueños son una realización de los deseos. Y tenemos que admitir que sí. A ese punto, sé que el que está leyendo ha pegado, por lo menos, un salto, o ha abierto los ojos un poco más de lo normal como muestra de asombro. Y lo entiendo. Pero, realmente, los sueños son una realización de deseos. Y, más, aún, como señala Freud, sueños de deseos y de comodidad. El ejemplo típico es el soñar que está bebiendo agua y el de despertarse. Súbitamente, con sed. El deseo físico del agua hace que sueñe tomando agua  o calmando la sed. Así el sueño sustituye a la acción. La sed no se sacia con el sueño. Hay que levantarse a tomar agua. Eso hace que se vean los sueños como un deseo cumplido. Cosa muy distinta de deseos reprimidos. No se trata de la misma realidad. Es importante, mencionarlo, por lo menos.
Demos por terminado este apartado. Y diremos, para tener algo al que atenernos, que “los sueños habla”. Es decir, nos están diciendo algo en concreto en nuestra concreta circunstancia. Tienen importancia los sueños y el pretender interpretarlos, sin duda alguna. Pero sin olvidar que se trata de conexiones entre el inconsciente y el consiente. En otras palabras, son nuestra propia revelación personal.

¿En el caso de San José, sucede igual? Si no es la excepción, si. Ahora si es un caso fuera de lo común, no. Y me atrevo a pensar que no tiene nada de extraordinario. Entonces, ¿revelación o no? Por supuesto que sí. Pero en el sentido de la naturaleza y no en el de intervención ahistórica. Allí está lo realmente maravilloso.
                                  Laboratorio de los sueños
                                                     (y soluciones)

          Hemos dicho ya que la existe una experiencia externa y otra interna en la persona humana en relación a la realidad. Una objetiva y la otra subjetiva. Pero ambas en conexión real e histórica con las circunstancias personales e individuales en una afectación, en gradación mayor o menor, con la mente. Esa adecuación con la realidad, ciertamente, hace que la persona tenga plena conciencia de su entorno real, como fruto y resultado de una actividad psíquica. Pero existe otra conexión, muy sutil, que también es psíquica, y de la que depende el consciente. Es, precisamente, el inconsciente y es lo psíquico lo verdaderamente real. Su naturaleza interna no es tan desconocida como la realidad del mundo exterior y nos es dado por el testimonio de nuestra conciencia tan incompletamente como el mundo exterior por el de nuestros órganos sensoriales (Cfr. Freud, Metapsicología: La represión; lo inconsciente; además de las obras de Freud, altamente citadas en este trabajo). Con ello se esclarece, en parte, el misterio de la actividad onírica o de los sueños, ya que, entonces, los sueños ya no se atribuyen a factores desconcertantes, sino a la actividad diurna del pensamiento consciente. Lo que significa que el sueño continúa labores intelectuales diurnas, solucionando y dando soluciones de mucho valor y una importancia meritoria. Ya no pertenece a fuerzas ocultas, sino a nosotros mismos. Es importante, sin embargo, diferenciar realidad psíquica y realidad material. Porque la realidad psíquica es actividad mental activa en conexión con la realidad, sea consciente o inconsciente. Tengamos  o no conocimiento de es conexión. Lo lógico es que haya una actividad totalmente consciente. Visto así hace que el sueño ya no sea un monstruo al que habría que temer, sino un instrumento revelador indicativo de que hay “verdades” que muestran que se mueve el piso sobre el que se alzan nuestra virtudes, como concluye Freud en su estudio. Y el sueño se nos convierte, entonces, en nuestra auto-revelación. Nos está indicando y nos está manifestando nuestra vía de solución, siempre y cuando le demos su importancia y su interpretación. Porque, como hemos señalado ya, habría que preguntarle al que soñó el significado de su propio sueño. Ya que sabemos su significado aun cuando creamos ignorarlo. Pues los sueños nos revela el pasado, ya que procede de él en todos los sentidos y que no son otra cosa que procesos latentes; es decir, que permanecen ocultos. Y desde esa óptica no se puede negar que también nos está indicando el futuro, pero no en el sentido de premonición, sino en el de un auto-descubrimiento, y por consiguiente, desenmascaramiento personal. Pero no nos metamos con darle valor moral a los sueños, que seria tema de otro interés, distinto del presente.

Entonces, ¿significa que no es intervención divina en el caso del sueño de José? No quiero indagar lo que no me corresponde. Tampoco estoy diciendo que sea así. Lo que estoy afirmando es que existe en al naturaleza humana un instrumento ignorado y que tiene valor e importancias por sí sólo. No es otra que el sueño, y el inconsciente como su laboratorio. En donde la realidad es el elemento primordial. Por supuesto, como actividad psíquica, pues se trata de una actividad continuada  en la noche, en  conexión con la vida diurna. No hay desfase y desligarse de la realidad y de la circunstancia histórica. En el caso de José, como tenemos señalado, se da la conexión con su realidad y situación conflictiva. Sucede en el sueño la respuesta a su situación. Es importante quedarnos aquí porque corremos el riesgo de desvirtuar el contenido del sueño de José. Y no es el contenido del sueño, lo que nos interesa, sino el hecho del sueño. Respecto al contenido y significado religioso y espiritual, y aún, bíblico, es tarea de otros enfoques. El nuestro tiene como meta el hecho y no su contenido. Eso es tarea del ocultismo, como dice Freud, y tiene interés religioso y escapa al interés de la ciencia (Cf. Freud, Nuevas aportaciones el psicoanálisis: Sueño y Ocultismo, Tomo II). Y es, entonces, cuando teníamos razón al sostener el principio que se puede interpretar el sueño de José como muy espiritualista, y a veces, muy distante de la realidad y de la naturaleza, como si con ello nos acercáramos más al Creador,  alejándonos de lo creado. Se trata de visiones y maneras de ver. Aquí era donde estaba el problema del tema que estamos tratando ya que se llega al límite de los dos campos, el de la ciencia y el de la religión. Y, por supuesto, que en algunos tópicos son incompatibles y tiene barras infranqueables. Por eso, no nos dedicamos a la interpretación histórica, bíblica y espiritualista del sueño de José, sino al por qué del sueño en su circunstancia particular de la vida. Con ello, ciertamente, tomamos muchos elementos útiles y necesarios para nuestra vida personal. Porque en el caso de José no hay ninguna excepción, sino una confirmación de la regla de la naturaleza, creada y ya perfecta en vías de crecimiento cualitativo, como sostiene Teilhard de Chardin, al decir que ya en el hombre se efectuó al máximo de su desarrollo evolutivo, desde el punto de vista biológico, más no en el de la ciencia, que no es otra cosa que más humanización al crecer en conocimientos y tener conciencia de que tiene conciencia de su sensibilidad interior. Experiencia que es, al fin a al cabo, una experiencia mística del encuentro con lo creado (Cf. Grum, Anselm, “Mística ed eros in Teilhard de Chardin”, en Mística ed eros,  pp.64-71).