Si yo hubiese adquirido la
costumbre de recordar mis sueños y anotar mis fantasías nocturnas, si yo
hubiese estudiado la ciencia de traducir
a lenguaje hablado las imágenes difusas, si yo me hubiese familiarizado con mis sueños como lo estoy con mis actos,
mis gustos, mis instintos y mis reacciones, me conocería yo hoy mucho mejor, me
entendería mejor a mi mismo, a mis motivaciones secretas y mis deseos
irracionales, a mis entusiasmos y a mis depresiones, a mis complejos y a mis
miedos. Si yo me conociera noche a noche como me conozco día a día, sería mejor
persona y tendría mejor carácter, podría prevenir mejor mis prontos y suavizar
mis asperezas, reaccionaria mejor ante la vida y entendería mejor en la
practica el enigma de la existencia. Sé que al perder la dimensión nocturna de
mi vida, he perdido algo importante de
la totalidad de mi ser. Me he racionalizado demasiado, y me he privado de la guía,
el animo, el secreto y el encanto de las voces que me hablan en la noche cuando
mi razón esta callada y mi amado subconsciente despliega sus antenas para
captar los mensajes secretos y vitales que yo no le dejo percibir de día. El
sueño me ha servido de descanso, pero no de aprendizaje. Noches a medias (Vallés,
Calos, G., S.J., Vivir con alas,
Ángeles en la Biblia y en la vida, p.22).
Con
esta cita larga de Vallés quiero comenzar esta parte del trabajo para meternos
de lleno al hecho del soñar. Ya lo apunta el autor citado en la cita que
tenemos cuando dice que “me he
racionalizado demasiado, y me he privado de la guía, el animo, el secreto y el
encanto de las voces que me hablan en la noche cuando mi razón esta callada y
mi amado subconsciente despliega sus antenas para captar los mensajes secretos
y vitales que yo no le dejo percibir de día”. O como señala otro autor, de que
se pueden utilizar los sueños, al tener mayor conciencia de ellos, para
adquirir un conocimiento más directo de la verdadera naturaleza personal y se
puede progresar al tomar opciones con conciencia (Cf. Puche, José Daniel, Despierte su conciencia, p.360.).
Decía
que ante una situación concreta, un sueño concreto. Los estudiosos lo dicen con
sus terminologías científicas al decir que los sueños son formaciones psíquicas
complejas en cuya producción intervienen diversas funciones psíquicas. En donde
los impulsos intervienen activamente en la causa del sueño siempre impulsados
por evocaciones asociativas. Es decir, impresiones sensoriales, asociaciones de
recuerdos y representaciones mentales, hechos con carga afectiva ocurridos
durante el día y la temática existencial básica del sujeto en un momento
determinado. No sucede el sueño aisladamente, independientemente de la realidad
concreta del individuo. De allí que tenga el sueño una función indicativa y una
función prospectiva (Cf. Poll, Wilhelm, Psicología de la religión,
pp.288-289). En palabras de Freud, todos los pueblos antiguos han atribuido a
los sueños un importante valor, y los han considerado como prácticamente
utilizables, hallando en ellos indicaciones relativas al futuro y dándoles el
significado de presagios (Cf. Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis:
los sueños, en Obras Completas, p.97.). Está indicando una situación
concreta y en cierta manera está dando una solución, también concreta, a la persona.
Pero siempre individualmente. Porque cada situación es individual histórica.
Es, entonces, cuando al sueño lo podemos ver e interpretar como una revelación.
Pero, para evitarnos serios problemas, no se puede identificar el inconsciente
con Dios ni Dios con el inconsciente, como ya habíamos apuntado anteriormente,
cuando hacíamos las aclaratorias del peligro de identificar o diferenciar psicoanálisis
y religión. Sin embargo, si se trata de una revelación.
Ahora
bien, ¿qué se entiende, en este caso, el sueño como revelación? ¿Será una revelación
directa de Dios, y, por consiguiente, un milagro? ¿Será algo verdaderamente
extraordinario y fuera de todo dominio natural humano? ¿O no será que ya Dios
lo ha determinado así desde el mismo momento de la creación, y entonces, ya es
un fenómeno realmente natural, implícito en la creación misma? Según mi manera
de ver, pienso que es algo totalmente natural.
Esto
nos lleva a plantearnos muchas otras inquietudes: ¿qué diseña el sueño: la circunstancia
concreta individual o es una invención sin encadenación con la realidad? ¿Somos
nuestros propios arquitectos de nuestros sueños? ¿Dónde se construye el sueño?
¿Por qué se construye? ¿El sueño es una evasión, una sublimación, una
proyección o un deseo frustrado que se materializa en imágenes en nuestra
mente? Si es así, ¿no será, entonces, el sueño una liberación de nuestras
frustraciones? De ser así, tiene que ser bueno porque habría que ver el sueño
como un canal de alivio de la naturaleza, aun cuando nos cree más
frustraciones. Si es proyección, significaría que no es más que un aumento de
irrealidades y de fantasía, porque estaríamos proyectando y realizando lo que
no nos es posible en la vida diaria y real. Entonces, en el caso de San José,
no era más que un autoengaño. ¿Será así? ¿Es así? Seria mejor, pues, no soñar.
Si
nosotros mismos somos los constructores de nuestros propios sueños, significa
que soñamos y programamos lo que queremos soñar. ¿Es así, realmente? No, por lo
menos, a plenitud de la conciencia. Y es aquí donde esta la clave del sueño.
Que, en parte, depende de nosotros y en parte, no. La parte que depende de
nosotros es la de la realidad: lo que nos afecta diariamente en nuestra vida común,
y que se asocian para despertar, la otra parte, que ya no depende de nosotros,
directamente. Es este el laboratorio de los sueños, en relación estrecha a una realidad concreta, por supuesto. Porque, como tenemos
dicho ya no existe un sueño sin una situación concreta de nuestra vida, sobre
todo, envolvente en su plenitud, total y existencial.
¿Hay
que hacerle caso a los sueños, si o no? O, ¿tenemos que aplicar la sentencia de
que “los sueños, sueños son”? o,
¿precisamente, porque son sueños hay que darles importancia? ¿O es, como indica
un autor, un “proceso natural, inútil siempre, patológico siempre”? ¿Es normal
soñar, o no? ¿O es propio de personas no normales, o inclusive, de situaciones atípicas
de la vida de vigilia, es decir, de la vida diurna atenta? Más, aun, ¿Qué es un
sueño?
Freud
admite que es difícil definirlo, pero que todos sabemos qué es. Lo que
significa que todos hemos soñado, y, por consiguiente, sabemos lo que es un
sueño, aun cuando no sepamos definirlo. Tenemos experiencia de lo que es un
sueño. Sin embargo, señala, que sí se pueden resaltar los caracteres de este
fenómeno. Y el primero, es cuando soñamos, nos hallamos dormidos. Así, se evidencia
que los sueños son una manifestación de la vida psíquica durante el reposo.
Pareciera que existiera una relación muy estrecha entre el reposo y el sueño.
Eso hace que se vea el reposo desde el punto de vista psicológico, en donde el
durmiente no quiere saber nada del mundo exterior, desligándose de él. Nos
alejamos del mundo exterior. Al encontrarnos fatigados queremos descansar.
Entonces, el reposo tiene dos connotaciones, una biológica y otra psicológica. Biológica,
porque nos hallamos cansados y fatigados físicamente. Y psicológica, porque supone
un querer desligarse del interés del
mundo exterior. Muy en el fondo, se trata de repetir la misma experiencia de
nuestra existencia intrauterina. Por lo menos, nos creamos condiciones
parecidas a las de esa existencia, como las de calor, oscuridad y ausencia de excitaciones,
hasta posiciones fetales como en el seno materno, en algunos casos. Pero, no
significa que exista un cesar de nuestra actividad psíquica. Al contrario. Algo
se opone al reposo de la actividad psíquica. Sobre esa actividad actúan estímulos
a los que tiene que reaccionar. Eso hace, entonces, que tenga sentido el tratar
de comprender el fenómeno onírico (o de los sueños).
El
segundo elemento o carácter del sueño son las imagenes visuales. Siempre se
sueña con imágenes y a la hora de describirlas es difícil hacerlo. Esos son los
dos elementos comunes de los sueños. Lo demás son diferencias, como la duración,
la precisión, las emociones, la persistencia, entre otras.
Existe
una relación entre el estado de reposo y los sueños. El sueño es una reacción a
un estimulo perturbador del reposo. Es decir, se reacciona ante un estimulo
externo inmediato y se sucede una experiencia onírica. Por ejemplo, suena el
reloj. Es el estimulo externo inmediato. Y se sueña con toques de campanas o
que alguien está llamando. Se da, pues, un estímulo y una perturbación del
reposo. Y se da el sueño. En el caso de ser una perturbación exterior. Porque también
depende de una excitación de los órganos internos (excitación
cenestésica), o lo que es lo mismo a decir,
que los sueños dependen del estomago, para indicar con ello que, en parte,
depende de los órganos internos. Por supuesto, que no significa que el sueño
reproduce fiel mente el estímulo, sino que lo elabora. Lo trabaja.
Lo
más importante de todo lo dicho es que el propio sujeto, como nos lo hace ver
Freud, sabe lo que quiere decir el sueño para el propio durmiente. ¿Por qué no
preguntarle al propio durmiente lo que significa su sueño? Es posible y hasta
muy probable, dice, que el durmiente sepa, a pesar de todo, lo que significa su
sueño, pero no sabiendo que lo sabe, cree
ignorarlo. Ya lo había aducido con mis propias palabras, al decir, que ante
una circunstancia concreta histórica, un sueño concreto. Lo que quiere decir,
que todos, muy en el fondo podemos interpretar nuestro propios sueños, pues
conocemos nuestras propias y reales circunstancias históricas. Y que no es otra
cosa, que lo que dice Freud, de que se trata de un fenómeno psíquico, y no
tanto un fenómeno somático. Hecho que no podemos ocultar. Lo que sucede es que
nos son inaccesibles. Eso hace, ciertamente, que el fenómeno de los sueños
resulte un tema de mucho interés, como de hecho, estoy demostrando con este
trabajo, por de mas útil y justificado para mi. Porque no hay sueño sin
conexión con la realidad del que sueña o del durmiente, para utilizar la
expresión Freudiana. En otras palabras, un sueño y una circunstancia. Una
circunstancia y un sueño. Estrechamente ligados y trabajados. Pero conexión que
permanece ignorada, o sea, inconsciente, por el momento, como dice Freud.
Inaccesible a la conciencia del durmiente, o inconsciente. Y, en cierta manera,
no es otra cosa que una manifestación de complejos. De allí, la importancia que
tiene interpretar nuestros propios sueños porque nos están revelando lo que nos
es inaccesible concientemente. Porque se trata de traer al consiente lo que por
asociación se ha despertado y activado en nuestro inconsciente y que no se nos manifiesta claramente. Es decir, que se
nos muestra en representaciones sustitutivas deformadas, y que no son otra cosa
que la misma manifestación inconsciente que necesitan ser convertidas al conciente. De hecho, el mejor intérprete de
su propio sueño no es otro que el que lo soñó, porque se conoce y conoce su
circunstancia, ya que en los sueños existen las ideas latentes y las ideas
manifiestas, con su riquísimo
simbolismo. Es decir, no se trata de otra cosa que de su propia
revelación. Se trata de una estrecha comunicación de inconsciente y consciente,
para nuestro propio crecimiento. ¿No es maravillosa la naturaleza? ¿No nos ha
dado ya nuestros propios pergaminos de superación que hasta busca liberar y
manifestarnos dónde y en qué no andan las cosas como deberían andar? tiene
mucha razón de ser, entonces, la afirmación de Vallés, con la que comenzamos
este apartado: “. Si yo me conociera
noche a noche como me conozco día a día, sería mejor persona y tendría mejor
carácter, podría prevenir mejor mis prontos y suavizar mis asperezas,
reaccionaria mejor ante la vida y entendería mejor en la práctica el enigma de
la existencia. Sé que al perder la dimensión nocturna de mi vida, he perdido algo importante de la totalidad de
mi ser.” Refiriéndose, como es lógico, a los sueños como realidad humana.
Es
muy extenso el tema, sin duda. Pero como no quiero más de lo que necesito para
mi búsqueda, dejo a un lado, lo de los estímulos inmediatos sensoriales
externos durante el reposo que provocan los sueños, y que se pueden considerar
como una de las fuentes inmediatas de los mismos. Como también del por qué no
recordamos y hasta olvidamos lo que hemos soñado. Lo que los expertos llaman auxilio
mnémico. Pero no nos vamos a meter a complicarnos la vida con terminologías por
demás muy superiores a nuestras limitaciones e intereses. Dejemos esta tarea a
los expertos y especialistas en la materia. Quedémonos, por ahora, con lo que
venimos sosteniendo y es que los sueños están relacionados con nuestra realidad
cotidiana. A una realidad y circunstancia, un sueño. Se trata de una actividad psíquica.
Lo que quiere decir que nuestra mente sigue trabajando, pero con
representaciones distintas. En la vida diurna, es decir, del día, consciente,
trabajamos con representaciones verbales y de lenguaje, de las ideas; mientras
que en los sueños, se trata de un trabajo de representación en las imágenes
sensoriales. Por eso los sueños son una actividad psíquica. Por consiguiente,
una respuesta continúa a la vida misma de todos los días, ya que el alma se
halla en el sueño en idéntica situación
que durante la vida despierta, como señala Freud la referirse al estudio
que representa Struempell. Simplemente se trata de dos conexiones. La vida de
todos los días, supone y exige la percepción total del mundo exterior objetivo.
Y en el reposo, del mundo interior, subjetivo. Pero en el mismo sujeto, tanto
que vive como duerme. Porque se trata de una actividad psíquica continuada,
pero con la característica del reposo. Por consiguiente, no se trata de un
desligarse de su propia realidad. Todo lo contrario.
Esta
manera de ver los sueños, nos lleva a preguntar seriamente, si los sueños son
una realización de los deseos. Y tenemos que admitir que sí. A ese punto, sé
que el que está leyendo ha pegado, por lo menos, un salto, o ha abierto los
ojos un poco más de lo normal como muestra de asombro. Y lo entiendo. Pero,
realmente, los sueños son una realización de deseos. Y, más, aún, como señala
Freud, sueños de deseos y de comodidad. El ejemplo típico es el soñar que está bebiendo
agua y el de despertarse. Súbitamente, con sed. El deseo físico del agua hace
que sueñe tomando agua o calmando la
sed. Así el sueño sustituye a la acción. La sed no se sacia con el sueño. Hay
que levantarse a tomar agua. Eso hace que se vean los sueños como un deseo
cumplido. Cosa muy distinta de deseos reprimidos. No se trata de la misma
realidad. Es importante, mencionarlo, por lo menos.
Demos
por terminado este apartado. Y diremos, para tener algo al que atenernos, que
“los sueños habla”. Es decir, nos están diciendo algo en concreto en nuestra
concreta circunstancia. Tienen importancia los sueños y el pretender
interpretarlos, sin duda alguna. Pero sin olvidar que se trata de conexiones
entre el inconsciente y el consiente. En otras palabras, son nuestra propia
revelación personal.
¿En
el caso de San José, sucede igual? Si no es la excepción, si. Ahora si es un
caso fuera de lo común, no. Y me atrevo a pensar que no tiene nada de
extraordinario. Entonces, ¿revelación o no? Por supuesto que sí. Pero en el
sentido de la naturaleza y no en el de intervención ahistórica. Allí está lo
realmente maravilloso.