(y soluciones)
Hemos
dicho ya que la existe una experiencia externa y otra interna en la persona
humana en relación a la realidad. Una objetiva y la otra subjetiva. Pero ambas
en conexión real e histórica con las circunstancias personales e individuales
en una afectación, en gradación mayor o menor, con la mente. Esa adecuación con
la realidad, ciertamente, hace que la persona tenga plena conciencia de su
entorno real, como fruto y resultado de una actividad psíquica. Pero existe
otra conexión, muy sutil, que también es psíquica, y de la que depende el consciente.
Es, precisamente, el inconsciente y es lo psíquico lo verdaderamente real. Su naturaleza interna no es tan desconocida
como la realidad del mundo exterior y nos es dado por el testimonio de nuestra
conciencia tan incompletamente como el mundo exterior por el de nuestros
órganos sensoriales (Cfr. Freud, Metapsicología: La represión; lo inconsciente; además de las obras de Freud, altamente
citadas en este trabajo). Con ello se esclarece, en parte, el misterio de
la actividad onírica o de los sueños, ya que, entonces, los sueños ya no se
atribuyen a factores desconcertantes, sino a la actividad diurna del pensamiento
consciente. Lo que significa que el sueño continúa labores intelectuales
diurnas, solucionando y dando soluciones de mucho valor y una importancia
meritoria. Ya no pertenece a fuerzas ocultas, sino a nosotros mismos. Es
importante, sin embargo, diferenciar realidad psíquica y realidad material.
Porque la realidad psíquica es actividad mental activa en conexión con la
realidad, sea consciente o inconsciente. Tengamos o no conocimiento de es conexión. Lo lógico
es que haya una actividad totalmente consciente. Visto así hace que el sueño ya
no sea un monstruo al que habría que temer, sino un instrumento revelador
indicativo de que hay “verdades” que muestran que se mueve el piso sobre el que
se alzan nuestra virtudes, como concluye Freud en su estudio. Y el sueño se nos
convierte, entonces, en nuestra auto-revelación. Nos está indicando y nos está
manifestando nuestra vía de solución, siempre y cuando le demos su importancia
y su interpretación. Porque, como hemos señalado ya, habría que preguntarle al
que soñó el significado de su propio sueño. Ya que sabemos su significado aun
cuando creamos ignorarlo. Pues los sueños nos revela el pasado, ya que procede
de él en todos los sentidos y que no son otra cosa que procesos latentes; es decir,
que permanecen ocultos. Y desde esa óptica no se puede negar que también nos
está indicando el futuro, pero no en el sentido de premonición, sino en el de
un auto-descubrimiento, y por consiguiente, desenmascaramiento personal. Pero
no nos metamos con darle valor moral a los sueños, que seria tema de otro
interés, distinto del presente.
Entonces,
¿significa que no es intervención divina en el caso del sueño de José? No
quiero indagar lo que no me corresponde. Tampoco estoy diciendo que sea así. Lo
que estoy afirmando es que existe en al naturaleza humana un instrumento
ignorado y que tiene valor e importancias por sí sólo. No es otra que el sueño,
y el inconsciente como su laboratorio. En donde la realidad es el elemento
primordial. Por supuesto, como actividad psíquica, pues se trata de una
actividad continuada en la noche,
en conexión con la vida diurna. No hay
desfase y desligarse de la realidad y de la circunstancia histórica. En el caso
de José, como tenemos señalado, se da la conexión con su realidad y situación
conflictiva. Sucede en el sueño la respuesta a su situación. Es importante
quedarnos aquí porque corremos el riesgo de desvirtuar el contenido del sueño
de José. Y no es el contenido del sueño, lo que nos interesa, sino el hecho del
sueño. Respecto al contenido y significado religioso y espiritual, y aún,
bíblico, es tarea de otros enfoques. El nuestro tiene como meta el hecho y no
su contenido. Eso es tarea del ocultismo, como dice Freud, y tiene interés
religioso y escapa al interés de la ciencia (Cf. Freud, Nuevas aportaciones el psicoanálisis:
Sueño y Ocultismo, Tomo II). Y es, entonces, cuando teníamos razón al
sostener el principio que se puede interpretar el sueño de José como muy
espiritualista, y a veces, muy distante de la realidad y de la naturaleza, como
si con ello nos acercáramos más al Creador, alejándonos de lo creado. Se trata de visiones
y maneras de ver. Aquí era donde estaba el problema del tema que estamos
tratando ya que se llega al límite de los dos campos, el de la ciencia y el de
la religión. Y, por supuesto, que en algunos tópicos son incompatibles y tiene
barras infranqueables. Por eso, no nos dedicamos a la interpretación histórica,
bíblica y espiritualista del sueño de José, sino al por qué del sueño en su
circunstancia particular de la vida. Con ello, ciertamente, tomamos muchos
elementos útiles y necesarios para nuestra vida personal. Porque en el caso de José
no hay ninguna excepción, sino una confirmación de la regla de la naturaleza,
creada y ya perfecta en vías de crecimiento cualitativo, como sostiene Teilhard
de Chardin, al decir que ya en el hombre se efectuó al máximo de su desarrollo
evolutivo, desde el punto de vista biológico, más no en el de la ciencia, que
no es otra cosa que más humanización al crecer en conocimientos y tener conciencia
de que tiene conciencia de su sensibilidad interior. Experiencia que es, al fin
a al cabo, una experiencia mística del encuentro con lo creado (Cf. Grum,
Anselm, “Mística ed eros in Teilhard de Chardin”, en Mística ed eros, pp.64-71).
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