La
tarea que me he propuesto no es nada fácil. Sobre todo, para muchos el hecho de
combinar la psicología con las cuestiones de fe, es como el agua y el aceite. Esto
era lo que acaba de suceder en el retiro espiritual de clero de Barcelona. No
era sino una rebeldía de un buen grupo contra una manera cómoda de ver las
cosas. En otras palabras, gente inquieta entre inquieto. Es decir, tomarse el
tiempo suficiente y constante de leer lo que ya otros han indagado, cuestionado
y descubierto, porque, tenemos que tener bien presente la sentencia bíblica de
“nada nuevo hay bajo el sol” (Cfr.
Eclesiastés). Pero para llegar a esa convicción, no hay otra, que comprobarlo,
comprobando. O sea, tomándose su tiempo y tarea.
Así, que, motivados por esos y otros
muchos motivos, como dice la canción, voy a lo que voy. Y para ir bien a donde
quiero tengo que justificar mi inquietud. No vaya a ser que sea como otra rebeldía
más y no como lo que en verdad es: un intento inquieto de escudriñar y buscar.
No para llevar la contraria, sino para que la vida cobre el sentido que tiene
que tener y que Dios ya lo impregnó desde el momento de la creación. Sirve de
inspiración repetir “que si está en las
Sagradas Escrituras, por algo es”. Es decir, algún sentido tiene que tener
para el hombre real y concreto de la historia diaria. Si no, ¿entonces, por qué
está allí? Y en el caso concreto de San José, ¿es una excepción o una
confirmación de la regla? ¿Por qué el sueño? ¿Qué querrá decir el hecho del
sueño? No voy a insistir en el contenido específico del sueño, sino en la
realidad de soñar, como elemento de la naturaleza del hombre. Ese va a ser el
camino y el caminar. No otro.
Es
un atrevimiento. No lo discuto. Porque hay que aceptar me dirán. Y es verdad.
Pero no es que no acepte. Al respecto,
no cabe ninguna duda. Jamás ha sido la intención poner en tela de juicio. Todo
lo contrario. Es, que, aceptando, parto de allí para preguntar que quiere
decirnos ese hecho real. Si esta allí es por algo. No lo olvidemos nunca.
Ahora, es que como esta allí, hay buscarle respuesta. Pero, para eso, hay que
hacerse preguntas. Si no, ¿qué respuestas vamos a encontrar? Y de acuerdo con
las preguntas que se hagan, serán las respuestas.
Me inspiro, sin duda, en gente que ha
tenido la osadía de ser osados. HANS DIETER BASTIAN, en su libro teología de la pregunta, por ejemplo nos
da un empujón para que seamos preguntones. A este autor ya lo he citado
largamente en mis libros sobre Judas Iscariote para justificar la empresa a la
que se iba a dedicar Pedro María Perales, como recurso literario, en defensa de
Judas. Ahora, lo tengo que citar, obligatoriamente, para poder fundamentar que
no es un pecado preguntar. Ya que al preguntar el hombre se abre caminos.
Porque se trata de no conformarse y se trata de un fenómeno natural propia de los inquietos. El preguntar se activa
como búsqueda de la verdad.
La pregunta es una proposición completa,
pero es un juicio incompleto. Porque se supone que hay una formula, como en el
caso de San José, al que nos vamos a dedicar. La pregunta sería: ¿qué significa
la realidad del sueño en el ser humano, reflejado y manifestado en el sueño de
San José? Pero es un juicio incompleto, porque se darían muchas respuestas con
la misma pregunta. Porque al preguntar puede estar respondiendo que nada, o
casi nada. Y eso seria un juicio incompleto.
La pregunta es la palanca de origen. Está
en el comienzo del conocimiento. El efecto propio de su actividad es el
asombro. Es la piedra angulas de la fundamentación. Significa movimiento. Una
pregunta: y mas preguntas. El reposo no-comprensión. Y esa misma pregunta que
hemos formulado habría que desgranarla en preguntas y mas preguntas, o porque
¿Por qué nada, casi nada, o mucho? Al igual a la respuesta. Precisamente,
porque la pregunta es una investigación al ser mismo y a la pregunta y a la
respuesta, ya que quien pregunta no es mas que el hombre, porque busca el fundamento
de las cosas, nuevas y viejas al mismo tiempo. Y con ello, preguntando, llega a
descubrir al ser. Es decir, al hombre mismo. Y al encontrar respuestas
encuentra el misterio de la “iluminación”, precisamente, porque aparece y se
encubre en lo oscuro del misterio, y en ello la pregunta se convierte en una
realidad existencial. Golpea el agujero de la nada y se convierte, igualmente,
en una obstinación problemática, haciendo que el hombre viva su esencia de
búsqueda constante. Y esta realidad, no es otra cosa, que apertura desde
la existencia a la existencia misma. Eso
es espiritualidad pura y simplemente. Es decir, dejar de ser ingenuo y
arriesgarse al descubrimiento de lo nuevo, aún desde lo mismo viejo,
aparentemente. Aquí, podríamos colocar al mismo San Agustín como soporte para
fundamentar esta inquietud y necesidad de la pregunta, al decir que la
búsqueda, relacionada aquí como sinónimo de pregunta y cuestionamiento, es
existencial y antropológica. Es decir, se encuentra en el hombre mismo y
constituye su esencia.
Es importante, sin embargo, precisar
que el hecho de dedicarme al primer sueño de José, no significa que quiero
meterme en los limites de psicoanálisis y religión, y mucho menos entre psicoanálisis
y fe. No es mi tarea. No voy a buscar los antagonismos entre estas dos
realidades y dos campos. Tampoco voy a buscar una identificación de las dos. No
es mi propósito. Sabemos, de ante mano,
los recelos que se tiene, a pesar de que han existido autores que se han propuesto
reconocer el aporte del psicoanálisis para lograr un mayor equilibrio personal en la religión (Cf.
Domínguez Morano, Carlos, el psicoanálisis freudiano de la religión,
análisis textual y comentario crítico, Ediciones Paulinas, Madrid, 1990.). Esta
tarea es realmente muy delicada. Y escapa a mi capacidad. Quiero precisar que
me dedicaré es al hecho del sueño. No tanto al contenido, que de hecho, tiene
una caga religiosa, en el caso de San José.
Es al hecho del sueño y su importancia
para la persona humana. Es, mas bien, un intento de reconciliación del ser
humano con todo nuestro ser. Muchos autores lo han hecho ya. Simplemente me
hago eco. Por eso me adentraré con los que lo han hecho al dedicarse al
inconsciente. Pero, no tanto, para crear divisiones entre la ciencia y al fe, o
lo que es mas entre ciencia y religión. Porque, soy uno de los que jamás se
distancian la fe y la ciencia, ni de los que defienden a ultranza la religión y
la quieren mantener sin mancha por el contacto de las demostraciones y descubrimientos
de los que tienen la noble tarea de conocer más y más a la persona humana y se ampara en que la fe
y ciencia son incompatibles. No lo creo. A más fe, más realistas. Me encanta el
aporte de Chardin, al respecto. Además, tampoco se trata de hacer “el
psicoanálisis de la religión” ni la “teología del psicoanálisis”, sino de buscar como la fe cristiana puede
expresarse a través del fuego de la experiencia analítica, en donde Dios no es
el inconsciente ni el inconsciente es Dios, como señala un estudioso del tema.
Pero se desarrollan en el mismo sujeto como dos aproximaciones a lo imprevisto,
a lo incompresible.
Tampoco es mi tarea una defensa y una
condena de uno y de otro. Es reconocer que el sueño tiene una función y una
importancia para nuestras vidas. Ya lo dice, Sigmund Freud, “que no es lícito
afirmar de un modo general que el sueño es un fenómeno sin importancia”. “cuéntese
también que varios personajes históricos hallaron en sus sueños estímulos para
llevar a cabo determinados actos de gran trascendencia. Resulta, pues, un tanto
extraño este desprecio que en los círculos científicos se profesa con respecto
al sueño” (Cf. Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis: los sueños, en
obras completas, p.97). Tampoco voy a meterme con el ocultismo y métodos
semejantes con los que se relaciona comúnmente los sueños (Cf. Boaventura
Kloppenburg, las fuerzas ocultas).
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